CIERRO LOS OJOS...


Cierro los ojos mientras las lágrimas
inician su camino, en ese viaje,
que emprenden sin retorno.
Me duele la ilusión, me duele el alma
y dejo que mi cuerpo se deslice
entre las sombras.

Quisiera que, de pronto, la alegría
inundara el alma nuevamente
y que una chispa de esperanza la alumbrara
y ella fuera la raiz que floreciera
con la nueva primavera.

Analizo los barrotes de mi cárcel
y me veo prisionero de mí mismo.
Son los celos y las dudas,
es el miedo a que el futuro me devuelva
a ese pasado y a ese tiempo transcurrido
que no quiero.

Sin embargo los actores son distintos
y las caras y las manos no responden
a esas otras que dejaron cicatrices en mi alma.
Hoy escucho una palabra diferente
y tengo miedo.
Ya no quiero más palabras y promesas
que no sean las que salgan, de verdad,
del corazón que las pronuncie.

Sé que el mundo no se guía por pretéritos perfectos
y sí acaso condiciona los futuros
y hasta juega y coquetea con mentiras
y con sueños del pasado.
Es la triste realidad que nos rodea.
Es la vida con su carga de inocencia
la que dice que "adelante",
que sigamos nuestros pasos
y avancemos por un mundo calcinado
de mentiras y traiciones,
donde es fácil encontrar lo que no buscas
y embriagarte de pasión para olvidar
que es el Amor lo que persigues
y precisas.

Mientras tanto la fontana de mis ojos
continúa con su lluvia intermitente.
Se me inundan las pupilas por un alma
desbordada de emociones.
Es un grito desgarrado que me sale desde dentro,
que me dice que las sombras atosigan con su avance,
que la noche es más espesa por la bruma
y la niebla que atenaza mis sentidos es profunda
y no precisa de linternas inservibles.

Sin embargo son mis dedos
los que buscan la esperanza,
los que aferran ese clavo tan ardiente
de tus manos,
los que quieren ese roce imperceptible
de tu cuerpo,
de tus brazos, de tus hombros,
de tu cuello y tu cabello,
los que buscan en mis sueños esa dulce realidad
que tantas veces prologamos
y vivimos en silencio.

Y es así porque te quiero sin razón
y el corazón se me desborda, desbocado,
en un galope que me lleva hacia tu lado,
a tomarte entre mis brazos,
a pedirte me perdones,
a decirte que te amo,
y a sentir esa caricia irreverente de tus manos
y a escuchar la tierna frase que,
salida de tus ojos,
deposite en mis pupilas un "te quiero...",
sin palabras.

Rafael Sánchez Ortega ©
22/03/15

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