Y VUELVO AL MAR...


Y vuelvo al mar y el mar silente a mí,
porque en el mar encuentro las palabras,
allí, entre los pliegues de las olas
con tanta fantasía y filigrana.

El mar, mi mar, se viste con coraje,
se pone el manto azul como una capa,
se viste con su verde inmaculado,
el mismo que adormece las barcazas.

Pero este mar no sabe de fronteras,
tampoco de inocencias y distancias,
se bate con denuedo por las costas
y llega, mansamente, hasta las playas.

El mar, azul, mi amigo irreverente,
caudal de fantasías desbordadas,
la cuna de la vida y la existencia
del nido y el amor de tantas almas.

Y surgen las gaviotas atrevidas
que juegan, sobre el mar, que las reclama,
la imagen nos hechiza y enternece,
sorprende la hermosura de esta estampa.

Y así es el mar, un día y otro día,
el mar de mis sonrisas y mis lágrimas,
aquel que tanto vi cuando era niño
y luego he conservado en mis entrañas.

Porque este mar, que esconde mil tesoros,
se muestra singular, con tanta magia,
tejiendo con los sueños de los hombres,
suspiros de los niños en su infancia.

El mar tan especial, este mar mío,
el mar de las sirenas y las hadas,
el mar de las eternas singladuras
que abraza, que acaricia y nos embriaga.

Por eso el mar pervive en la retina
y sigue su runrún con las resacas,
me atrapa con su hechizo y me subyuga
ese salitre fiel que así me alcanza.

Rafael Sánchez Ortega ©
17/03/15

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