EN LA CARTA, VIAJERA Y ARRUGADA...


En la carta, viajera y arrugada,
se veía, tan solo, una misiva,
unas letras que hablaban ardorosas
relatando sucesos de la vida.

Yo leí la cuartilla con cuidado
y temblé con el roce de su tinta,
no sabía muy bien lo que pasaba
al sentir esa tela  envejecida.

Pues al fin, eran letras del pasado,
diminutos segundos y cortinas,
que mis ojos llorosos desvelaban
rebelando el misterio que tenían.

Y se hablaba en la misma de pasiones,
de promesas que fueron incumplidas,
y llevaban el sello inconfundible
del borrón con la lágrima furtiva.

Una mano pedía, en sus palabras,
la mirada sincera y las caricias,
y pedía también una respuesta,
y el abrazo callado de la encina.

Más el grito, quizás desesperado,
el susurro saliendo hacia la brisa,
era un canto de letras solamente
desgranado con pena en la cuartilla.

No quería seguir con la lectura,
ni saber los motivos de la herida,
eran letras escritas de hace tiempo
encontradas sin más en la buhardilla.

Pero había en las mismas algo extraño,
una triste cadencia conocida,
un arpegio flotando en mis oídos
y un adagio con forma de agonía.

Y al final entendí que eran mis letras,
un pasado cubierto de cenizas,
era el grito de un pecho enamorado
enviado, en la carta, de aquel día.

Ahora llega, con años de retraso,
y la encuentran de nuevo mis pupilas,
me pregunto si entonces fui sincero
y escribí todo aquello que sentía.

Y me digo que sí, mientras galopan,
los recuerdos añejos de mi vida,
al compás de resacas y mareas,
mientras corre la lágrima furtiva.

El invierno se pasa lentamente
y las hojas caducas se marchitan,
ya se anuncia una nueva primavera
y vendrán "las alegres golondrinas"

"...En la carta, viajera y arrugada,
se leían pasiones contenidas,
y se hablaba de amor, a cada instante,
y del labio y el beso que gemía..."

Rafael Sánchez Ortega ©
22/02/13

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