NOSTALGIA.


Es un retrato extraño, el de tu cara,
que miro y remiro en la estampa que conservo.
Recuerdo que me diste esa foto,
la última vez que nos vimos,
en aquella estación donde nos separamos
definitivamente,
aunque ambos no lo sabíamos.


Yo sé que lloré y contemplé tu escrito,
en aquella cuartilla donde habías escrito un poema,
y lo leí una y otra vez, hasta que ya,
temeroso de poder romper la misma,
la doblé y la guardé en un lugar cercano al alma.


Tú me llamaste también en la tarde
para anunciarme que tu viaje iba bien,
pero que estabas triste, que no podías ocultar
que algo te quemaba en el estómago,
algo que se acentuaba a medida que nos alejábamos
en la distancia.


No pude evitar un estremeciento y volví
a recordar los momentos maravillosos,
los instantes pasados en las últimas horas,
los minutos vividos,
los sueños realizados en esa fracción de tiempo,
en la que ambos, tuvimos el valor de hacer parar
el reloj de la vida.


Pero los dos sabíamos que la vida volvería a latir
y a correr la manecilla
y, con ella, volveríamos a la realidad,
a saborear luego, más que nunca, el amor
que habíamos tenido y paleado
en aquel momento extraordinario de nuestras vidas,
pero que ahora llegaba a su fin,
tras el último capítulo del libro que se cerraba,
sin nosotros saberlo.


Rafael Sánchez Ortega ©
30/03/12

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