EN EL CAJÓN CERRADO DE TU ALMA...


En el cajón cerrado de tu alma yo buscaba...
Buscaba los folios de unas cartas,
las letras escritas bellamente en una tarde
y depositadas con una rosa en tu escritorio.


Pero en el cajón cerrado nada había.
La soledad allí imperaba en un cuadrado de madera
que un día fue el refugio de tus secretos.


Pensé en las cosas que ese pequeño lugar
pudo haber alojado
y en la cantidad de confidencias
que pudiste dejarle a su cargo.
Seguro que dejaste allí las cartas,
como también la rosa,
pero seguro que fue el refugio
de tu paquete de cigarrillos,
el lugar donde tenías la barra de labios,
la libreta encantada con direcciones diversas,
el diario de tu infancia,
el lazo azul de tu primera comunión,
los sellos de una colección nunca acabada,
el primer libro que leíste en la escuela,
el bolígrafro de punta fina que usabas en clase,
el lápiz con que dibujaste la casita encantada...


Pero también allí, en ese cajón cerrado,
guardaste muchas veces tus suspiros,
tus miedos y temores,
el beso del nordeste en una tarde de mayo,
la mirada fugaz de las estrellas
en una noche de octubre,
el vuelo de la cigüeña cuando iba hacia la iglesia,
el susurro del mar llegando hasta la playa...


...Pero es tarde y debo dejar el cajón
cerrado de tu alma.
Debo marchar de nuevo y regresar,
como aquel extranjero que nunca conociste,
y marcho con la humedad en los ojos,
con el recuerdo tibio de un tiempo y un pasado,
con la lluvia de un noviembre
y la visión fugaz de unas sábanas corridas,
en una cita rota y concertada,
mientras afuera, las enredaderas esperaban
que dos cuerpos dieran forma a la necesidad
vital de aprender a amarse,
salvando la distancia entre ellos
y el fino hilo del pudor y la vergüenza...


En el cajón cerrado de tu alma,
recuerdo que un día,
cuya noche se revuelve en la memoria,
yo dejé mis sueños esperando tu palabra
y tu respuesta.


Rafael Sánchez Ortega ©
13/06/12

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