CON EL LIMPIO ROCÍO, EN LA MAÑANA...


Con el limpio rocío, en la mañana,
bajaba desde el puerto para el valle,
allí ya se encontraban los ganados
en busca de los frescos manantiales.

También inspeccionaban la campiña
en busca de los pastos que renacen,
rumiaban, como rumian los vacunos,
atentos a los vuelos de las aves.

Un sol muy cegador me deslumbraba
en medio de unos cielos impecables,
bordados de color azul celeste,
el manto de la tierra  y de los mares.

Llevaba la sonrisa entre los labios
y el verso en el bombeo de la sangre,
la rima floreciente del recuerdo
y el ritmo de tus ojos celestiales.

Buscaba más allá de las montañas
la senda y el camino que traspase,
la flecha con el arco de Cupido
y el tierno corazón que en él se enlace.

Más tuve que parar mi recorrido
en busca de la sombra con el aire,
mi cuerpo precisaba de un descanso
en medio del tomillo y junto al sauce.

No pude resistir mi pensamiento
y el mismo se elevó hacia los Altares,
(el nombre de esos montes tan cercanos),
sinónimo de pastos trashumantes.

En ellos hoy se ven viejas ruinas
de tiempos y pastores medievales,
viviendo en condiciones extremadas
en duro sacrificio contra el hambre.

Con todo este caudal ante la vista
no tuve más remedio que tumbarme,
buscar esa mirada de los cielos
que hiciera que mis ojos se cerrasen.

Y entonces yo soñé, como de niño,
soñaba con momentos puntuales,
algunos convencido de mis actos
y en otros de utopías en la tarde.

Más debo retornar al montañero
dejándole un suspiro y despertándole,
él debe continuar con su camino
salvando hasta la cumbre sus canales.

"...Con el limpio rocío, en la mañana,
los pasos eran firmes y tenaces,
marchaban nuevamente por la senda
en busca de una historia interminable..."

Rafael Sánchez Ortega ©
25/06/12

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