ERA UNA CASA DE INVIERNO...


Era una casa de invierno
con ventanas azuladas,
un tejado estropeado
y goteras a mansalva.

Era una casa muy vieja
con hollín y telarañas,
una puerta daba al sur
justo al lado de la cuadra.

Y la casa aquí descrita
está ahora abandonada,
hace años que han partido
moradores de esta casa.

Yo recuerdo su jardín
y la fuente en que jugaba,
a la higuera con sus chumbos
de las tardes soleadas.

Y recuerdo la palmera
y los dátiles que daba,
y sus ramas siempre verdes,
retorcidas e inclinadas.

Yo pasé muchos momentos
contemplando esta bonanza,
un preludio de los dioses
a tormentas y resacas.

Porque el tiempo no perdona
y el verano llega y pasa,
y nos lleva hasta el otoño
donde el alma siempre calla.

Hay silencio en las pupilas
y también en las miradas,
ya no hay letras ni mensajes
ni resuenan las campanas.

Una casa me contempla
silenciosa y en su calma,
tiene rotos los cristales
y la hiedra en su fachada.

Yo la miro y la remiro,
busco el trébol que me falta,
la alegría de otra vida
que se encuentra muy lejana.

Busco el seno y el latido,
quiero el fuego que se apaga,
de ese tiempo que transcurre,
que se evade y que se marcha.

Pero el tiempo transcurrido
se ha perdido en la distancia,
y en la casa me hago un hueco
y al final no pienso nada.

Yo me quedo con mis sueños,
los retales de mi alma,
querubines de ilusiones
que brotaron con el alba.

"...Era una casa de invierno
con paredes agrietadas,
y a su lado yo llegué
una noche, como tantas..."

Rafael Sánchez Ortega ©
07/07/12

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