LA OTRA TARDE COINCIDIERON NUESTROS PASOS...


La otra tarde coincidieron nuestros pasos
y charlamos de nosotros.
Hablamos de tu vida y de la mía,
de problemas inherentes en las mismas,
de sucesos ocurridos y pendientes
y de otros cancelados por el tiempo.


Sin embargo yo no pude resistir la tentacion
y volví con mis recuerdos
a ese tiempo del pasado y allí estuve, nuevamente,
en el cuadro que conservo en la memoria.


La Ciudad de los Recuerdos vino a mi,
como hace años, con sus brazos extendidos,
con sus casas bordeando el altozano,
la ribera de su río
y abrazando dulcemente, en un suspiro,
las casonas y las plazas que rodean
esa estampa tan sublime,
donde una catedral, con sus torretas, es la enseña
y el suspiro que domina la campiña.


Bello cuadro y linda imagen que no borro de mi pecho,
porque en él también está tu cuerpo y tu figura,
la sonrisa encantadora
y los ojos de avellana que recuerdo,
el olor del cigarrillo que fumabas,
los paseos junto al río,
los proyectos compartidos de un futuro impredecible,
las caricias y los besos de los labios soñadores,
los dibujos en tu cuerpo de mis dedos
recorriendo sus colinas.


...Pero todo quedó atrás y lo sabemos,
tras la eterna despedida de una tarde,
con las lágrimas saliendo de los ojos
y ocultándonos el miedo cada uno.


Era tarde y no había tiempo.
La distancia comenzaba nuevamente, en nuestras vidas,
a marcar otras derrotas, otros rumbos diferentes,
otras costas no queridas
y alejadas de nosotros.


Y dejamos con pesar Ciudad Recuerdo
y los sueños encendidos de esos fines de semana
se apagaron lentamente
y quedaron sus cenizas de recuerdo
en nuestras almas.


Hoy las traigo y las rescato,
las deseo y las anhelo.
Es un tiempo que quisiera recobrar a toda costa.
Es tu cuerpo el que preciso y necesito,
es tu alma la que quiero
y es tu sueño, con mi sueño
el que quiero revivir eternamente.


Rafael Sánchez Ortega ©
17/07/12

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